jueves, 20 de enero de 2011

El Mismo Tambor, La Misma Sonata


No sé por donde empezar. Lo que para mí es continuación de viaje para Andrea es comienzo. Antes de este ahora, de este renglón que se va cubriendo de palabras hay un Gran Antes lleno de pequeños destellos, iluminaciones que colmaron de luz los días previos al primero de enero, a las once de la mañana de ese sábado en el que el cuentakilómetros de la pequeña tormenta roja volvió a sumar en forma acelerada y los amortiguadores y el motor y los frenos y hasta la más recóndita de las tuercas fueran nuevamente exigidas al máximo. Y ahí va, y porque ella va vamos nosotros porque en ella vamos. Ahora somos dos y una parrilla de apariencia endeble se encarga de llevar ropa y carpa, bolsas de dormir, aislantes, termo y un poco de yerba mate para hacer más llevadera la monotonía de algún paisaje ya olvidado. Destellos, iluminaciones que colmaron de luz los días previos. Y un desorden monumental que de una u otra manera debía entrar en las mochilas, largos ratos de seleccionar lo que se lleva y lo que se quiere llevar y lo que “ entra porque entra ” en el bolso y algo de ropa invernal, el trípode, la PC y muchos libros recolectados a lo largo de la cordillera que se quedan en Bogotá. Y ahora que ya empecé no sé por donde seguir.








Hubo, en los últimos días de diciembre, una gran reunión – despedida donde una parte de la numerosa familia de Andrea nos dio el empujón inicial en forma de buenas palabras y buenos billetes, tan buenas las palabras y los billetes que el envión aún nos dura en estos días de Isla Margarita. Al lado de Colombia, separados por una línea quebradiza, está Venezuela, y en Venezuela estamos. Tambaleó, en los primeros días de diciembre la posibilidad de este viaje. Desde hace décadas, inexplicable y absurdamente, los colombianos necesitan visa para entrar a tierras hoy bolivarianas. Con la excusa idiota de la falta de un adhesivo oficial provisto desde Caracas que se adhiere a la hoja del pasaporte, durante 25 días la visa aparecía y desaparecía y con ella el viaje se corporizaba y se desvanecía según el capricho de los funcionarios venezolanos en Bogotá. Al final el stiker llegó y la visa ocupa una hoja del pasaporte de Andrea y ella está a mi lado y me dice que escriba que en su lista de países por conocer Venezuela era el último, veinte días después y con 2000 kilómetros recorridos su percepción ha cambiado, y para bien. Unas tres horas nos llevó llegar desde Suba, desde la casa de Orlando ( “ Don Orlando ” – porque todo sube - ) hasta Saboyá, y 24 horas después uníamos a Saboyá con Bucaramanga y 48 horas después Bucaramanga con Cúcuta y 72 horas después, en la ventanilla de la aduana venezolana, un funcionario insípido, de voz insípida y símil mirada, en tono neutro, me decía que no podían, las motocicletas de pequeña cilindrada, entrar a su país. “ Hablé con el jefe y vamos a hacer una excepción con tu moto ” y empezó la primera de cinco horas tramiteriles. Hace pocos días anduvimos por allí pero ya se me olvidó paisaje humano y terrestre.






Por una llanura de leves ondulaciones rodaba, impulsada por un pequeño motor de 125 cc una moto roja. Rojo es el color de la revolución bolivariana. Porque nunca antes estuve en una revolución no tengo parámetros para medir esta. ¿ Estos hechos son revolución, democracia o anarquía ?. Sean lo que sean a mi no me espanta la desvergonzada alegría asumida de este pueblo. Ni me espanta ni me asusta ni me escandaliza. Debe ser porque no fui, no soy ni tengo pretensiones de ser parte de la clase dominante. Soy el anacrónico, el que habla de cosas que parecían desaparecidas, enterradas por siempre. “ ¿ Es que tú eres chavista ? ” me han preguntado más de una vez, entre el asombro y el espanto los que entre el asombro y el espanto viven desde que Hugo Chávez Frías les dio el poder de hacer y deshacer a su antojo a los que nunca antes tuvieron ni la más minúscula porción de poder. Y ahora hacen. Bien, mal, a lo que salga, a los tumbos. Con un oleaje de mar endemoniado. Dinámica propia, única, intransferible. Como el mar en luna llena. Y sí, chavista en Bolivia y kirchnerista en Ecuador y en Venezuela evista y correísta en Argentina, el mismo tambor, la misma sonata, un solo idioma.









El que de a ratos está a favor y de a ratos en contra es Germán, un colombiano que desde hace cuatro años vive en santa Bárbara, un pueblo sobre la ruta que une San Cristóbal con barinas. Nos invita una cerveza tras otra, contento, porque al camping donde circunstancialmente trabaja ha llegado una colombiana. Cuando a la noche le compartimos arroz con verduras fritas nos sigue comentando sus impresiones sobre Venezuela. Su relato fluctúa entre la admiración, el agradecimiento y el escándalo. A los pocos meses de haber llegado trajo desde Colombia a su mujer y a sus hijos, hace uso hasta el abuso de todos los beneficios bolivarianos pero a años luz está de llamarse a sí mismo “ chavista ”. Es dueño, gracias a las nuevas políticas comunicacionales del gobierno, de una de las 12 radios que hay en el pueblo, la mayor parte de los alimentos que consume su familia los compra a precios no capitalista en los mercados populares, recibe una beca por su hijo discapacitado, participó de una toma de terrenos, obtuvo los papeles que acreditaban su propiedad y con la plata resultante de su venta terminó su casa y si quisiera, según el mismo dice, recibiría una beca para estudiar lo que se le antojara. Pero no logra entender ni aceptar el precio irrisorio, desesperante para él, del combustible, la cantidad abrumadora de créditos, los subsidios, las becas, la conciencia adquirida en los últimos años por miles de personas.




Cruzamos infinidad de pequeños puentes sobre pequeños ríos de aguas transparentes. Es tiempo de vacaciones. Hace calor. De las aguas brotan niños. Pequeños pececitos incoloros zigzaguean entre piedras hundidas. Rodamos Venezuela adentro. Por rutas en mal estado. Nos cuesta acostumbrarnos al trato seco, casi torpe, de los que nos venden un poco de pan. Atún, pan y tomate de almuerzo y cena. Y el mate cada vez que paramos para que el motor descanse. A Barinas llegamos cuando Barinas despierta de la siesta. Después de dar un par de vueltas, de asistir a la sorpresa que producimos (sobre todo la moto) en media docena de policías de transito a los que acudimos buscando información sobre un lugar donde dormir que no sea hotel ni nada que se le parezca recurrimos a lo que casi nunca falla: los bomberos. Bajo un techo de agua armamos la carpa y en un restaurante chino rompemos la monotonía del arenoso atún. El 6 de enero dormimos en los bomberos de Barinas y el 8 nos despertamos en los bomberos de San Carlos. Hemos viajado, sin parar, una semana y un día. Cuando caigo en la cuenta Andrea hace la suya y el resultado esta cantado: necesita un día fuera de las rutas. Pasando Tinaquillo, mientras comemos naranjas, Carlos Sardi pasa, hace unos metros y regresa. Tiene una moto de 250 c.c. Nos comenta su próximo viaje hacia Colombia, intercambiamos direcciones y se aleja dejándonos la alegría del encuentro fugaz, asfáltico.















Hiere el sol de las dos en Maracay. Es sábado y todo esta cerrado. De otra moto roja, mucho más aparatosa que la mía, Juan Carlos Araujo se baja, se saca los anteojos oscuros y nos saluda con una amabilidad que nos parecía, hasta ese momento, gesto extinto en Venezuela. “ Hoy me levanté con ganas de hacer masonería ” nos dirá, entre risas, cuando apague el celular y nos invite a que lo sigamos. Su moto es china y la potencia de los parlantes duplica a la del motor. Hiere menos el sol cuando vamos detrás de dos parlantes a todo volumen insertos en una moto roja que anda por las calles de Maracay con la rueda de atrás desinflada. “ ¿ Qué es la masonería ? ¿ Vieron el capítulo de Los Simpsons donde Homero entra a Los Magios ?. Bueno, eso es la masonería y así somos los masones ” Y porque dejamos que con nosotros Juan Carlos haga masonería le hacemos caso y cambiamos de ruta. Vamos a cata. A la bahía. A alejarnos del asfalto. A descansar el cansancio. En la casa de Esmeralda y Diógenes, hermana y cuñado de Juan Carlos, brindamos con vino de sandía, comemos arepa, hablamos de fútbol y de las acequias de Mendoza y nos llevamos, souvenir glorioso, una remera de los Tigres de Aragua, el equipo de béisbol que está entre los cuatro mejores de la liga. Salvador Allende era masón. Y San Martín. Y Bolívar. Y Juan Carlos, nuestro amigo en Maracay. Viva Juan Carlos!! Viva Allende !! Vivan Los Magios y Viva Bolívar !!. Verde y húmeda es la puerta que se cruza para entrar al Parque Nacional Henry Pittier. De bosque es su anatomía y transpira niebla por su camino culebrero. Nosotros vamos pero la mayoría vuelve. Es el último fin de semana vacacional en este principio de año. En la parte de atrás de un pequeño local, el de la señora Elizabeth, uno de los tantos que bordean la playa, armamos la carpa y apoyamos la moto en una pared que es tránsito obligado de lagartijas azules y como tortugas milenarias, transoceánicas, desovamos el cansancio haciendo la nada. Y por la verde y húmeda puerta que entramos salimos del parque nacional.














Semi-descansados, con la piel saladita, bautizados a sus 35 y a mis 36 por las aguas atlánticas, rumbeamos destino Caracas, San Antonio de los Altos para ser más precisos, una ciudad dormitorio nos dirá luego Suramy, café de por medio, sentados a la mesa de su pequeña casa, en los alto de San Antonio, un cerro dentro de otro cerro, uno más de los muchos que rodean a Caracas, Enzo, Suramy, el pequeño Sebastián y la Totuma, la perra revoltosa, primer contacto con venezolanos que se asumen chavistas orgullosos, atentos a la radio para que no vuelva a pasar lo del 2002, escuchando “ y si hay que bajar, bajamos ” “ ¿ Y qué va a pasar si Chávez pierde en el 2012 ? ” “ No pierde ” “ ¿ Pero… y si pierde ? ” “ No pierde ”, música para mis oídos sus palabras. “ ¿ Milicias bolivarianas ?, sí chamo, las hay, porque en el ejército no se puede confiar plenamente, entonces, hay gente armada y si la revolución corre peligro estas milicias saldrán a las calles… ? ” Las calles. Llegado el momento es en las calles donde se dirime la cuestión. 5000 fusiles compró Evita para defender las conquistas del pueblo de Perón, pero Evita se murió y los fusiles terminaron en las manos del enemigo. Ni me espanto, ni me asusto ni me escandalizo, más bien me alegra, me pone bien, me redime, me vuelve hermoso ver con estos dos ojazos míos más los dos ojitos de mi compañera esta argamasa con mucho de democracia, bastante de revolución y un poco de anarquía. “ Oligarcas, temblad, que ahí viene el huracán revolucionario ” le oigo decir a Chávez en una propaganda de Radio nacional venezolana, me gustan las casas donde se escucha radio nacional mientras quienes la habitan ponen a hervir el agua para el primer café del día. En Caracas estuvimos tan poco tiempo que más que decir ‘estuvimos en ’ debo decir ‘ pasamos por ’. Le vimos la fachada a la capital venezolana y no nos pareció peligrosa ni violenta. Debe ser en sus entrañas donde se torna intratable pero tan adentro no llegamos. La “Misión Negra Hipólita ”, un programa gubernamental que ayuda a la gente en situación de calle dio buenos resultados y casi no se ven indigentes. Da la sensación que al interior de la casa donde nació y vivió Bolívar y su familia la han retocado tantas veces que para sentir algo de su esencia habría que sacarle capas y capas y capas de pintura. Y en el Museo Bolívar que queda al lado un video muestra la exhumación del resto de los restos que de Simón quedaban. Algo innecesario.








Pensamos, al ver desde el ventanal el horizonte nublado, que iba a ser de lluvia la mañana que nos despedimos de Enzo y Suramy, pero fue de sol y anduvimos unos cuantos kilómetros de más hasta que le encontramos la salida a Caracas. Hacia el este. Hacia Puerto La Cruz. Hacia las grandes plantaciones de cacao. Hacia la clase turista del ferry. Hacia la Isla de Margarita. Y entre Caracas y la Isla, en el punto que marca la mitad del camino, dos colchonetas nos dieron los bomberos de Boca de Uchire para esquivar la noche. Como para tener hijos es el futuro del hombre en Venezuela. Releo lo escrito y sé que a más de uno han de herir estas palabras. Pero que hacer por aquellos que gastaron la mitad de sus vidas pidiendo revolución y ahora que hay una no es como la pensaron. De huracán quise mi vida y desde hace un par de días estoy en un huracán de hombres y mujeres, de gestos, de amenazas, de amores, de odios y de ideas. Aquí la parte de humanidad que le corresponde a los hombres se apostó a si misma. Es a todo o nada, como a mi me gusta. Y la taba ya está en el aire.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé que me impresiona mas, si su aventura, sus fotos, las cosas que nos dicen o el verlos en este viaje que yo sería incapaz de hacer. Es increíble como una simple foto y un pedazo de escritura puedan llenarme los ojitos de lágrimas, gracias por dejarnos compartir sus aventuras, sus impresiones y su día a día en cada uno de cada uno de los lugares que pasan.

Cuídense mucho, vivan mucho y no olviden que hay alguien por aquí que los quiere y recuerda.

Oscar

Anónimo dijo...

Hola hola Lukas...veo que te lo estas gozando... sigue escribiendo que me encanta leerte....amiga tu tambien ya que se que tienes mucho para contarnos....besitos y abrazos de oso desde suba la bella....cuidense mucho Dios los bendiga
Susana

Anónimo dijo...
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Unknown dijo...

Hola che Lucas por donde andas..saludos..Roberth..Jenny y Francis

Juancho Araujo dijo...

Saludos mi alto pana; saludos a la Andrea. Poco a poco voy viendo los recónditos confines que han visitado y palpado, a los que les han tomado el pulso. Desde mi calurosa Maracay os envío un Triple Abrazo Fraterno (T.:.A.:.F.:.)Cargado de la máxima Salud, Fuerza y Unión (S.:.F.:.U.:.) Que sea el Gran Arquitecto Del Universo quien guié vuestros pasos por todos los senderos posibles